Amanece un poco cada instante
queda el principio
empujados a una playa donde
el roce juega de mentiras
y los chicos se cogen de la mano
cuando las chicas se sacuden
la cintura de arena
y ser infantil es tan ingenuamente
profundo como el misterio de
las aguas porque se hace necesario
besar las capas de los libros y
olvidarlo todo como las bestias
que mueren de tristeza sin saber
cazar o los trenes que se abandonaron
en el campo para fungir de plantas.
Un hombre aterrado pasa a lado
y levantando ligeramente la mirada
del suelo balbucea principio de
romance y después intentará
convencerse de que el sueño es
delirio y la escritura una bofetada
para ponerse la máscara y salvarse
de la asfixia o para no rogar
y cobijarse los oídos
entre los niños
aparenta sobrevivir
negando el esplendor
de las caricias prohibidas
como si los besos
retenidos no existieran
o el amor fuera apenas
una función accidental.
Quedan las toallas húmedas en la arena
y el silencio que se aferra a significar nada.