Thursday, January 7, 2010

cloro y cincel



de las plantas de una

serpiente

justo ahí

envuelta a la vanidad

en los días,

suspenso,

viajes bañados con

el color sucio del hierro

del suelo de autobuses

guiados sin

fracción ni tambo,

hay vueltas y

ruedas

sobre las banquetas hasta

que

alguien muere.

Entonces se entienden

las voces

en los intestinos

y nos gritan con espanto dentro de la piel.

Pero perecen las llagas

en las plantas del pordiosero

reciclado sobre la

basura esperando el

final o el principio,

tal vez,

la luz.

Sus cabellos adheridos

a la mierda en los papeles

con los que los limpios se

han limpiado el culo y

el méndigo se revuelca en esa suciedad

y dispara saetas con los ojos,

los perros huyen de su lado,

mientras el día lo baña con un aire

tibio y cortante.

Así

aparece la música y el

chasquido de la inercia de

la vida que no se detiene a

contemplar al pobre limosnero.

Canciones advertidas en

otro momento cuando al fin

sacamos los libros y

las cajas se quedan vacías,

bolsas llenas de escombro o

una espera infinita para

pronunciar la palabra que

no sea sólo un gemido.